La moral hace referencia al
control parcial o “absoluto” de los deseos instintivos del ser humano. La moral
son normas o reglas por la que se rige la conducta de un ser humano en relación
a la sociedad a la cual pertenece. Es decir, es guardar las normas y costumbres
establecida por la sociedad.
Desde que la mujer es consciente
que está embarazada, se activa la alarma
de cambios conductuales para la protección de la madre y de la criatura que se
forma en su vientre. El nuevo ser experimentara durante toda su vida el dolor
que infringe la camisa de fuerza del modelamiento para ajustarse a la sociedad.
La familia es la responsable en
primera instancia para que dicha
criatura adopte los principios, normas, costumbres y leyes sociales
establecidos por la sociedad. Todo individuo que rompa dichos preceptos, podrá
ser considerado como una persona inmoral, sin costumbres o antisocial. Y para
ellos, la sociedad ha previsto una serie de castigos con la finalidad de
conseguir el ajuste conductual preestablecido.
Desde este panorama general es
mucho lo que se puede decir sobre este tema, pero en este artículo nos enfocaremos
en lo concerniente a los deseos reprimidos del ser humano con la finalidad de
lucir una alta moral frente a la sociedad.
Imaginemos por un momento a un
niño de cuatro años que su madre se niega a comprarle un juguete. Frente a la
negativa de su madre o padre este pequeño rompe en berrinches y pataletas como
respuesta, tras continuar insistiendo que le compren el juguete. A lo que los
padres pueden terminar cediendo a su petición o castigando al niño por su
conducta.
Ahora imaginemos un niño de 12
años que sus padres se niegan a llevarlo
a un centro de diversiones. Frente a la negativa el niño continúa insistiendo a
ver si sus padres cambian de parecer.
Por último, imaginemos un joven de 18 años que sus padres se niegan dejarlo
salir a una fiesta con sus amigos. Frente a la negativa el joven cuestiona a
los padres de por qué no lo quieren o pueden dejarlo ir.
Se puede observar como en los
tres casos se enfrentan los deseos y las normas. Y como es manejada por cada individuo. Se evidencia
en los ejemplos, que un niño es más proclive a expresar sus emociones sin
importar las normas. Pero en la medida que va creciendo y madurando fortalece
su moral. Es decir, aprende a reprimir sus deseos.
Con aceptación de las normas y
costumbres surgirán en el interior del individuo los deseos reprimidos y con la
negación a tales normas surgirá en la sociedad una persona inmoral, sin costumbre o antisocial. Mientras
el rechazo a las normas puede causar problemas sociales, reprimir los deseos puede
causar problemas emocionales.
Los psicoanalistas al referirse a
este punto, lo plantean como una lucha interna entre hacer lo que dicta “el ello”
(los impulsos y deseos) y lo que dicta “el super yo” (la moral,normas). Para
esto, se valen de un árbitro llamado “el yo” que es quien decide cuál de las dos opciones se
materializará hacia el exterior.
Los individuos que tienen un alto
nivel de moralidad son vistos por los demás en su forma positiva como personas
honradas, honestas y sinceras y en su forma negativa son vistos como frívolas,
amargadas y molestosas. Estos individuos tienen mayor probabilidad de padecer
problemas cardíacos o derrame cerebrales.
En cambio, los individuos con
bajo niveles de moralidad son vistos por los demás en su forma positiva como
personas alegres, cariñosas y desinhibidas, y en su forma negativa son vistos como
corruptos, infieles y antisociales. Estos individuos tienen mayor probabilidad
de sufrir accidentes, mutilaciones y muertes trágicas.
A pesar de que el hombre es un
ser hedonista, existen millones de gente insatisfecha con sus trabajos,
matrimonios, su rol en la sociedad, su nivel económico, con su sexo, su físico,
entre otras variables. Pero igualmente se niegan a dejar fluir sus verdaderos
deseos, y sobretodo lo reprimen por temor a ser marginados socialmente.
Negar su naturaleza de buscar el
placer y satisfacer sus deseos más impuros y perniciosos ha constituido para el
hombre una batalla eterna. Una guerra
contra sí mismo. Es condenarse al sufrimiento eterno. Es la causa de múltiples
afecciones emocionales y psicológicas. No obstante, dicha negación es vivir
acorde con las normas sociales.
Tanto las culturas occidentales como
oriental venden la idea de honestidad, humildad, obediencia, sentido común y buen
comportamiento como valores dignos para llegar a ser una buena persona en la
sociedad. Lo que no dicen es que todo ello supone una negación o lucha interna
con sus impulsos más impuros. Esta es
una de la razón, por la cual el ser humano se ve atraído por un sin números de
actividades de escape. Y en ocasiones, dichas actividades lo llevan a vivir una
doble vida o tener una doble moral.
La doble vida o moral constituye
para muchos una herramienta de amortiguamiento frente a las múltiples exigencias
sociales que impone la sociedad. Y llega a ser para muchos, su seguro de vida
pues de lo contario ya habrían explotado. Lo dicotómico es que la misma
sociedad es quien promueve esta doble moral disfrazada como actividades
comerciales y generadoras de riquezas.
Imagina una persona que salió de
su hogar a la seis de la mañana para su trabajo, pero antes tuvo preparar a los
niños y llevarlo al colegio, lidiar con el problema de tránsito, ponerse al día
en las actividades de su trabajo, agostar un horario de ocho horas en la oficina
o en su campo de trabajo, volver a lidiar con el tránsito de regreso a su casa, y repetir esta rutina durante cinco días
consecutivos. Todo ello genera una carga de estrés, que el individuo sabe por
recomendaciones mercadológicas que con una cerveza bien fría recupera la
compostura y siente un alivio magistral. A pesar, de que dicha bebidas
alcohólicas es perjudicial para la salud.
La rutina es madre de la obnubilación
mental y el estrés. Pero es por demás, la que mantiene el equilibrio social en todos
los órdenes. Es el automatismo de los
entes sociales. Y una sociedad necesita para subsistir como nación de la rutina
en la observación de sus normas y costumbres por parte de cada uno de sus
integrantes.
Es en este punto donde entra en
juego la consciencia moral, conocida como consciencia de la libertad. Conciencia
de que no todas las posibilidades de elección son igualmente valiosas. Es de donde
surge el autocontrol de la emociones y por consiguiente, el pensamiento
racional padre del conocimiento científico.
Ahora se libra la batalla en la
psique del individuo donde la moral disfrazada de racionalidad se enfrenta a
las emociones (deseos instintivos). El individuo vive en esta constante lucha
durante toda su vida. En algunos las emociones se superponen a la racionalidad
y en otro la racionalidad estrangula a las emociones. En el primer caso, se
denominaran individuos desadaptados y en el segundo, personas racionales o
normales.
La sociedad cuenta con los
recursos económicos y herramientas para someter a los antisociales y desadaptados
a la obediencia y hacerlo cumplir las reglas establecidas. Las iglesias son unas
herramientas preservadoras de la moral y las buenas costumbres en toda
sociedad. Las cárceles son a su vez una herramienta de castigo para los que
violentaron la moral, y la constitución y leyes son el programa de normas que
explican lo que puede o no hacer, decir o no decir los integrantes de la
sociedad.
En cambio, los deseos reprimidos
se valen de los sueños, los pensamientos y de las emociones para expresarse. Las pesadillas
provocadas por deseos inconfesables. Pensamientos persistentes y recurrentes de
lujurias o psicóticos. Sentimientos de desesperanza o de grandeza. Es evidente,
que los sentimientos reprimidos pueden trastornar la salud física y mental de
las personas.
A decir verdad ambos extremos de
la moralidad y los deseos instintivos no son una panacea para la felicidad del hombre ni de
las sociedades. Se hace necesario trabajar en márgenes aceptables de ambos
conceptos para que el hombre tenga una vida de calidad y reduzca
significativamente algunas que otras enfermedades como el estrés y la
depresión. En definitiva, aprenda a vivir feliz.
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