La Moralidad y los Deseos Instintivos

Por Robin Francisco

La moral hace referencia al control parcial o “absoluto” de los deseos instintivos del ser humano. La moral son normas o reglas por la que se rige la conducta de un ser humano en relación a la sociedad a la cual pertenece. Es decir, es guardar las normas y costumbres establecida por la sociedad.

Desde que la mujer es consciente que está embarazada,  se activa la alarma de cambios conductuales para la protección de la madre y de la criatura que se forma en su vientre. El nuevo ser experimentara durante toda su vida el dolor que infringe la camisa de fuerza del modelamiento para ajustarse a la sociedad.

La familia es la responsable en primera instancia para que  dicha criatura adopte los principios, normas, costumbres y leyes sociales establecidos por la sociedad. Todo individuo que rompa dichos preceptos, podrá ser considerado como una persona inmoral, sin costumbres o antisocial. Y para ellos, la sociedad ha previsto una serie de castigos con la finalidad de conseguir el ajuste conductual preestablecido.

Desde este panorama general es mucho lo que se puede decir sobre este tema, pero en este artículo nos enfocaremos en lo concerniente a los deseos reprimidos del ser humano con la finalidad de lucir una alta moral frente a la sociedad.

Imaginemos por un momento a un niño de cuatro años que su madre se niega a comprarle un juguete. Frente a la negativa de su madre o padre este pequeño rompe en berrinches y pataletas como respuesta, tras continuar insistiendo que le compren el juguete. A lo que los padres pueden terminar cediendo a su petición o castigando al niño por su conducta.

Ahora imaginemos un niño de 12 años que  sus padres se niegan a llevarlo a un centro de diversiones. Frente a la negativa el niño continúa insistiendo a ver si sus padres cambian de parecer.

Por último, imaginemos un joven  de 18 años que sus padres se niegan dejarlo salir a una fiesta con sus amigos. Frente a la negativa el joven cuestiona a los padres de por qué no lo quieren o pueden dejarlo ir.
Se puede observar como en los tres casos se enfrentan los deseos y las normas. Y  como es manejada por cada individuo. Se evidencia en los ejemplos, que un niño es más proclive a expresar sus emociones sin importar las normas. Pero en la medida que va creciendo y madurando fortalece su moral. Es decir, aprende a reprimir sus deseos.

Con aceptación de las normas y costumbres surgirán en el interior del individuo los deseos reprimidos y con la negación a tales normas surgirá en la sociedad una persona  inmoral, sin costumbre o antisocial. Mientras el rechazo a las normas puede causar problemas sociales, reprimir los deseos puede causar problemas emocionales.

Los psicoanalistas al referirse a este punto, lo plantean como una lucha interna entre hacer lo que dicta “el ello” (los impulsos y deseos) y lo que dicta “el super yo” (la moral,normas). Para esto, se valen de un árbitro llamado “el yo”  que es quien decide cuál de las dos opciones se materializará hacia el exterior.

Los individuos que tienen un alto nivel de moralidad son vistos por los demás en su forma positiva como personas honradas, honestas y sinceras y en su forma negativa son vistos como frívolas, amargadas y molestosas. Estos individuos tienen mayor probabilidad de padecer problemas cardíacos o derrame cerebrales.

En cambio, los individuos con bajo niveles de moralidad son vistos por los demás en su forma positiva como personas alegres, cariñosas y desinhibidas, y en su forma negativa son vistos como corruptos, infieles y antisociales. Estos individuos tienen mayor probabilidad de sufrir accidentes, mutilaciones y muertes trágicas.

A pesar de que el hombre es un ser hedonista, existen millones de gente insatisfecha con sus trabajos, matrimonios, su rol en la sociedad, su nivel económico, con su sexo, su físico, entre otras variables. Pero igualmente se niegan a dejar fluir sus verdaderos deseos, y sobretodo lo reprimen por temor a ser marginados socialmente.

Negar su naturaleza de buscar el placer y satisfacer sus deseos más impuros y perniciosos ha constituido para el hombre una batalla eterna.  Una guerra contra sí mismo. Es condenarse al sufrimiento eterno. Es la causa de múltiples afecciones emocionales y psicológicas. No obstante, dicha negación es vivir acorde con las normas sociales.

Tanto las culturas occidentales como oriental venden la idea de honestidad, humildad,  obediencia, sentido común y buen comportamiento como valores dignos para llegar a ser una buena persona en la sociedad. Lo que no dicen es que todo ello supone una negación o lucha interna con sus  impulsos más impuros. Esta es una de la razón, por la cual el ser humano se ve atraído por un sin números de actividades de escape. Y en ocasiones, dichas actividades lo llevan a vivir una doble vida o tener una doble moral.

La doble vida o moral constituye para muchos una herramienta de amortiguamiento frente a las múltiples exigencias sociales que impone la sociedad. Y llega a ser para muchos, su seguro de vida pues de lo contario ya habrían explotado. Lo dicotómico es que la misma sociedad es quien promueve esta doble moral disfrazada como actividades comerciales y generadoras de riquezas.

Imagina una persona que salió de su hogar a la seis de la mañana para su trabajo, pero antes tuvo preparar a los niños y llevarlo al colegio, lidiar con el problema de tránsito, ponerse al día en las actividades de su trabajo, agostar un horario de ocho horas en la oficina o en su campo de trabajo, volver a lidiar con el tránsito de regreso a  su casa, y repetir esta rutina durante cinco días consecutivos. Todo ello genera una carga de estrés, que el individuo sabe por recomendaciones mercadológicas que con una cerveza bien fría recupera la compostura y siente un alivio magistral. A pesar, de que dicha bebidas alcohólicas es perjudicial para la salud.

La rutina es madre de la obnubilación mental y el estrés. Pero es por demás, la que mantiene el equilibrio social en todos los órdenes.  Es el automatismo de los entes sociales. Y una sociedad necesita para subsistir como nación de la rutina en la observación de sus normas y costumbres por parte de cada uno de sus integrantes.

Es en este punto donde entra en juego la consciencia moral, conocida como consciencia de la libertad. Conciencia de que no todas las posibilidades de elección son igualmente valiosas. Es de donde surge el autocontrol de la emociones y por consiguiente, el pensamiento racional padre del conocimiento científico.

Ahora se libra la batalla en la psique del individuo donde la moral disfrazada de racionalidad se enfrenta a las emociones (deseos instintivos). El individuo vive en esta constante lucha durante toda su vida. En algunos las emociones se superponen a la racionalidad y en otro la racionalidad estrangula a las emociones. En el primer caso, se denominaran individuos desadaptados y en el segundo, personas racionales o normales.

La sociedad cuenta con los recursos económicos y herramientas para someter a los antisociales y desadaptados a la obediencia y hacerlo cumplir las reglas establecidas. Las iglesias son unas herramientas preservadoras de la moral y las buenas costumbres en toda sociedad. Las cárceles son a su vez una herramienta de castigo para los que violentaron la moral, y la constitución y leyes son el programa de normas que explican lo que puede o no hacer, decir o no decir los integrantes de la sociedad.

En cambio, los deseos reprimidos se valen de los sueños, los pensamientos  y de las emociones para expresarse. Las pesadillas provocadas por deseos inconfesables. Pensamientos persistentes y recurrentes de lujurias o psicóticos. Sentimientos de desesperanza o de grandeza. Es evidente, que los sentimientos reprimidos pueden trastornar la salud física y mental de las personas.

A decir verdad ambos extremos de la moralidad y los deseos instintivos no son una panacea para la felicidad del hombre ni de las sociedades. Se hace necesario trabajar en márgenes aceptables de ambos conceptos para que el hombre tenga una vida de calidad y reduzca significativamente algunas que otras enfermedades como el estrés y la depresión. En definitiva, aprenda a vivir feliz.



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