Por Robin Francisco
La educación dominicana está en
tela de juicio en todos los niveles. Hasta hace poco se cuestionaba la
enseñanza en el nivel básico y medio de
nuestros centros educativos, pero la epidemia del analfabetismo ha penetrado a
las universidades, valiéndose de profesores incapaces para esa ardua labor. Y
utilizo el término analfabetismo aquí
para referirme a toda persona que carece de sentido común, sea incapaz de interpretar un texto y de acatar la decisión de la mayoría aunque vaya
en contra de su voluntad y anhelos.
Tiempos atrás, se
responsabilizaba al estudiante por no aprender correctamente las enseñanzas.
Pero el sistema educativo dominicano no previó que algunos de esos malos
estudiantes iban a ser finalmente los profesores del futuro, y hoy su ineptitud
e incapacidad se ha visto multiplicada como la verdolaga en cada centro
educativo nacional y en todas las universidades del país.
La gran mayoría de nuestros
estudiantes y profesionales están por debajo del nivel de conocimiento que
dicen tener o estar cuando se le compara con sus homólogos de otros países del
área. Y usted pudiera decir que esos países tienen más recursos que nosotros, pero ese no es el punto. Lo que
pasa en este país “desde hace años, muchos años” como dice la canción es que se
está premiando la ignorancia con grandes salarios, poderes políticos y económicos.
Hoy en día el estudiante ve los
estudios como un requisito social pero no como una herramienta de sabiduría y
crecimiento generadora de riquezas y transformaciones en todas las áreas del
saber en beneficio de las naciones y el mundo.
Una gran mayoría de alumno de media piensa llegar a la universidad para conseguir un estatus
social con la obtención de un título universitario y de ahí ofrecer sus
conocimientos mediocres a la sociedad. Sociedad indiferente que ve despilfarrar
sus recursos naturales y riquezas para beneficiar a grupos económicos
conformados por chantajistas y oportunistas.
En ese momento entra en acción el
profesor universitario “mediocre come cheque” que justifica su acción en razón
de que los estudiantes de ahora no quieren estudiar, solo quieren una nota y con ella un título universitario.
Esa es la razón por la que se jacta de decir en el aula a boca llena “yo no voy
a perder con ustedes mi voz y mi salud,
el que quiere pasar la materia que me compre
estos manuales. He dicho”.
Unos pocos estudiantes que
desertaron o simplemente decidieron no
ingresar a la universidad se ven forzado
a ser choferes de carro público, camioneros, guagüeros o motoconchistas, entre
otros oficios para ganarse la vida. Más tarde formaran sindicatos. Sindicatos
que abalaran y justificaran sus rebeldía social llegando incluso a paralizar el
país como una forma de medir fuerza con el gobierno de turno.
Lo más chistosos del asunto es
que el gobierno da su brazo a torcer. Sobre la base que son votos políticos que
no se pueden tener en contra. Inmediatamente el presidente modifica su propio
decreto. Ahora el plan de gobierno está condicionado a los chantajes y
apetencia de los grupos de poder o pandillas.
De esta forma se va creando una
consciencia social que quien no pertenezca a un grupo de poder para chantajear
al gobierno no podrá tener éxito en la vida.
Y tener éxito significa en este país tener millones de pesos en los
bancos, carros de lujo, jeepetas último modelo, mansiones de lujo, fincas y
pasar como una persona honorable en la sociedad.
Es oportuno aclarar que para este
artículo la palabra Honorable se refiere a “la habilidad o destreza que tienen
algunos políticos para cometer actos de corrupción y no ser condenados por la
justicia por insuficiencia de pruebas (congreso de la República Dominicana) rf.”
Este es la enseñanza que reciben
gratuitamente los jóvenes en edad escolar e inmediatamente son
influenciado por sus resultados, llevando a algunos a la deserción escolar y a
otros a la búsqueda de un título universitario o técnico para ingresar al
gremio de su interés y poder hacerse de dinero rápido. Es decir, convertirse en una persona honorable.
Dicho pensamiento o forma de
pensar se ha ido posicionando en una gran mayoría de dominicanos y dominicanas
y al que osa pensar diferente se le tilda de pendejo, cobarde, iluso, tonto y cualquier
otro epíteto ofensivo emanado del arduo vocabulario de los honorables.
La falta de una educación
verdadera y responsable ha incrementado el desorden, el robo y la
criminalidad. Basta salir a la calle
para ver si regresas vivo como dice otra canción. Y si lo hace suele llegar a
la casa con altos niveles de ansiedad, transformado en un psicótico. La nación
dominicana se ha vuelve cada día más
sofocante para sobrevivir. Ya ni es comparable con la selva porque allí solo matan para comer.
A pesar de esta estela de realidades y tantas otras,
miles de dominicanos mantienen la esperanza viva de sacar al país del
subdesarrollo en que se encuentra, hacen cada día su aporte a la educación y al
desarrollo nacional porque creen en una república libre e independiente de toda
dominación extranjera como lo soñaran los padres fundadores de la patria.
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