Por: Robin Francisco
Cuando nos hablan de “Duelo”
solemos tener una idea general de lo que se nos quiere transmitir e inclusos
podemos describir algunos de los síntomas de ese estado de ánimo. Pero de igual
forma solemos asociarlo inmediatamente como la vivencia que experimenta una
persona como resultado de la muerte de un ser querido. Y no es para menos, ya
que hasta hace pocos años dicho constructo estaba reservado solo para los
parientes del difunto.
Bajo ese panorámica se definió la
palabra Duelo como: “dolus (dolor) pena, sentimiento por la muerte de un ser
querido”. Pero a sus vez la palabra dolus proviene del latín del verbo doleré que hace referencia a
doler, sufrir, penar.
Actualmente, la palabra Duelo
hace referencia específicamente a pérdida y pude ser de índole familiar,
conyugal, laboral, social, etc. Y ello
obedece a que el duelo es conceptualizado en estos tiempos como el proceso de
adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida.
En ese sentido, se entiende como
duelo al estado anímico, cognitivo y conductual
que experimenta un individuo en un tiempo determinado como resultado de
una perdida. Es el tiempo que transcurre entre la pérdida y la adaptación a la
realidad por parte del afectado. En el proceso de duelo el tiempo juega un
papel determinante. El tiempo es el indicador de que tan grave o ligero es el
duelo.
En lo que a este tema respecta,
nos enfocaremos en el duelo conyugal. Por considerarlo unos de los duelo más
comunes, que suelen pasar desapercibido, pero más difícil para algunos individuos,
llegando incluso tornarse patológico.
Por qué nos atrevemos hacer esta
aseveración, pues cuando el duelo es por muerte el individuo afectado sabe que
ese ser querido ya no existe físicamente a diferencia de conyugal, donde el
doliente tiene la esperanza de que su amada o amado regrese y por ende, este
queda como agarrado en dos lados opuestos. Y con miedo a soltarse.
Este tipo de duelo lo expresa con
mayor frecuencia el sexo femenino. En modo alguno, esto significa que el sexo
masculino no lo sufra, pero es bueno aclarar que la mujer por su condición
biológica y social es mucho más expresiva que el hombre. Esta es una de las
razones por la que los centros de salud
están abarrotados por mujeres en su gran mayoría. Llegando incluso, a
crearse la falsa creencia de que las
mujeres son las que más se enferman después de los niños, las que más sufren
alguno que otro cuadro depresivos y la de mayor intentos suicidas.
Antes de profundizar en el duelo
conyugal vamos a dar a un repaso a las etapas del noviazgo y del matrimonio,
así como al ambiente cultural de algunas sociedades forjadoras de patrones de
conductas uniformes llevada a cabo por las familias.
Noviazgo
La literatura universal define el
noviazgo como la etapa amorosa y conocimiento de la pareja con o sin intención
de casarse. Es una relación transitoria entre un hombre y una mujer, la cual
brinda la oportunidad de conocerse más afondo para decidir en un determinado
momento pasar o no a la siguiente fase
que es el matrimonio.
Es en esta etapa donde deben surgir los primeros
problemas entre la pareja. Conflictos que se deben afrontar y aprender a
solucionar. Pasar por alto dichas desavenencias no es aconsejable pues podrían
ser las causas de problemas mayores. Ignorar cualquier percance aquí es
como cegarse por miedo a perder a la
persona amada. No se puede olvidar que esta es una etapa de conocimiento no de
engaño. Pues si se fomenta el engaño no
se puede esperar felicidad y bienestar en la relación.
La pareja cuando lo considera
oportuno debe evaluar su proceso de noviazgo con objetividad y decidir si es
conveniente, sin olvidar la base económica y madurez psicológica, pasar al
siguiente nivel o finiquitar dicha relación. Pasar al siguiente nivel de manera
atropellada o accidentada no es nada halagüeño.
Matrimonio
El matrimonio es una institución
social que crea un vínculo conyugal entre sus miembros. Esta unión es
reconocida socialmente, ya sea por medio de disposiciones jurídicas o por la
vía de los usos y costumbres. La unión matrimonial permite legitimar la
filiación de los hijos procreados o adoptados de sus miembros, según las reglas
del sistema de parentesco vigente.
Ahora bien, el matrimonio es la
consagración social de dos personas que se aman y adoptan para sí unas series
de normas sociales y culturales. Es la constitución de una empresa que tendrá
como finalidad la creación de la familia.
Núcleo social que albergará a los hijos fruto del amor y le enseñará los derechos y deberes emanados de
las normas sociales y culturales. Es un proyecto empresarial en expansión,
basamentado en el amor, respeto mutuo, la comunicación y la comunión.
El matrimonio es la meta soñada
por los novios. Estar en dicha etapa
supone hacerse uno. Da inicio a nuevos vínculos y compromisos sociales, metas y
sueños. Además, los compromisos económicos y laborales fortalecerán la unión.
La finalidad ahora es permanecer juntos y materializar los proyectos trazados y
enfrentar como un solo cuerpo las adversidades de la vida.
Es en esta etapa donde una
ruptura deja a uno más que el otro de sus integrantes en el limbo,
desorientado, dolido y resentido. Y dicho malestares son directamente
proporcionales al tiempo de unión matrimonial, al número de hijos y compromisos
económicos y sociales. Es el inicio del duelo conyugal.
Ambiente sociocultural y patrones
conductuales
Conocer la procedencia
familiar y el entorno sociocultural
donde crecieron y se formaron los novios es fundamental para el éxito de una
vida matrimonial. Ignorarlo es un pecado capital. Pues sería como construir un edificio
en un terreno sin hacer el estudio de
suelo reglamentario. Estudios científicos sobre este tema revelan que los
patrones familiares se repiten en algunos miembros de la familia.
Ahora bien, tanto la personalidad
del hombre como de la mujer, es el resultado de su herencia genética y familiar,
así como por su influencia ambiental, social y cultural. Y sin lugar a dudas, no podrán despojarse tan
fácilmente de lo que realmente son. Tarde o temprano, su verdadero yo saldrá a
flote.
Es sabido que tanto el hombre
como la mujer en la etapa de noviazgo y en los primeros años de matrimonio se
esfuerzan por presentar su mejor cara, llegando incluso algunos a desdoblarse
parcial o totalmente para complacer al ser amado. En definitiva, prefieren ser esclavo de su
pareja por miedo a perderlo o a perderla. Y con eso a veces, otros beneficios.
Desde otra perspectiva, se vende la falsa creencia de que dicha unión
matrimonial es para siempre e incluso hasta que la muerte los separe. Dicha
afirmación es solo un anhelo, un deseo que no tiene obligatoriamente que
materializarse. Aquí me atrevo a recordar que todo ser humano es cambiante en
razón de sus circunstancias y por demás, existen las diferencias individuales,
sin dejar de lado las emociones que trazan la manera como percibimos el mundo y
como respondemos a los compromisos de la vida.
Años atrás, se valoraba la
capacidad de aguante y abnegación de las esposas para con sus maridos pues eso
garantizaba un matrimonio duradero y digno de imitar. Hoy en día con la
inclusión de la mujer a la producción nación y asumiendo roles protagónicos en
el crecimiento vertiginoso de la sociedad, esos viejos paradigmas quedaron en
el pasado. Esta nueva concepción del pensamiento y conducta femenina mantiene
enfrentado a ambos sexo. Esta medición de fuerza también es extrapolada en la
relaciones de pareja, donde las mujeres exigen los mismos derechos y deberes
que los hombres, no por un capricho trasnochado sino por su aporte al
crecimiento del producto interno bruto y a la economía del hogar.
Bajo esta realidad, los matrimonios
tienen poca posibilidad de permanecer hasta que la muerte los separe como en
los cuentos de hadas. La sociedad vive actualmente un proceso de transición en todos
los órdenes y el matrimonio no escapa a esta realidad. Las mujeres exigen
igualdad de género, los homosexuales y lesbianas luchan por sus derechos, las
parejas gay quieren adoptar niños, la
mariguana es legal en algunos países y estados. El sexo femenino tiene mayor
presencia en las escuelas y universidades.
Todo lo antes expuesto, la falsa creencia
de un matrimonio para siempre, el estado de dependencia de las parejas,
beneficios económicos o sentimientos obsesivos, rigidez en los patrones morales
y las expectativas infundadas es que descansa el duelo conyugal cuando se hace
difícil de superar.
Dolor emocional
Cuando se produce una ruptura en
las relaciones de parejas o matrimonio el dolor emocional es tan intenso como
el dolor físico y surgen las emociones negativas:
Tristeza: sentimiento de vacío por la pérdida y una profunda
melancolía
Ira: enojo consigo mismo por creerse responsable de la ruptura.
Desencanto: vivir dentro de un túnel sin salida. La vida le sabe a
nada.
Una de las características fundamentales
del dolor emocional es la incapacidad de las personas para salir por sí solo
del lugar en donde se encuentran, a pesar de creer que podrán hacerlo solo, y
en muchos casos necesitaran la ayuda de un profesional.
Las etapas del duelo conyugal
Ahora nos enfocaremos en las etapas del Duelo propuesta
por la Psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, aunque en un principio surgió como las
diferentes fases por la que atraviesa el
enfermo terminal, pero que años más tarde ella admitió que se puede extrapolar a
cualquier pérdida dolorosa que experimentan
los humanos en su vida.
Negación
La negación es solamente una
defensa temporal para el individuo. Son su mecanismo de defensa puerto en
marcha instintivamente. En este punto el individuo no es consciente de lo que le está pasando. Actúa
como si nada ha sucedido.
Ira
Ahora el individuo hace
consciencia de lo que está pasando y es real. Pero lo invade el sentimiento de
ira y envidia al sentirse miserable frente a los demás. Es posible que le
moleste la felicidad de los otros. Adoptará una conducta de hostilidad.
Negociación
La tercera etapa involucra la
esperanza de su pareja pueda de alguna
manera posponer o retrasar la ruptura. Aquí
tratará de modificar sus patrones conductuales para recuperar lo perdido. Analizará
múltiples alternativas para recuperar su matrimonio.
Depresión
Durante la cuarta etapa, al ver
que lo ha intentado todo sin respuesta satisfactoria empieza a entender la
gravedad de la situación. Debido a esto, el individuo puede volverse
silencioso, rechazar visitas y pasar mucho tiempo llorando y lamentándose. El
abandono personal será su alberque ahora. Adoptará una actitud de aislamiento.
Aceptación
En esta última etapa el individuo
supera su conflicto interno y desaparece
el dolor emocional. Asume su nueva realidad con entusiasmo. Empieza a ver las
ventajas de su soltería, se fija nuevas metas, invierte el tiempo en nuevos
proyectos. Comienza a vivir con alegría y ve su futuro con esperanza.
Kübler-Ross advierte que estas
etapas no necesariamente suceden en el orden descrito arriba, ni todas estas
son experimentadas por todos los pacientes, aunque afirmó que una persona al
menos sufrirá dos de estas etapas. A menudo, las personas atravesarán varias de
estas etapas en un efecto «montaña rusa», pasando entre dos o más etapas, y
volviendo a hacerlo una o varias veces antes de finalizar.
Consideraciones a tomar en cuenta
Todo ser humano sufrirá al menos
cinco decepciones amorosas en la vida y un centenar de pérdidas graves. Desde que
tenemos consciencia estamos experimentado pérdidas. Hemos visto a lo largo de nuestra
trayectoria en la vida ir y venir gente.
Llegar y desaparecer personas con las que nos encariñamos e incluso
amamos. Aprendimos desde niños que todo cuanto nace, crece, se desarrolla, se
reproduce y luego muere. Hemos estudiado o visto desaparecer grandes imperios, naciones,
reyes, tiranos y gobiernos. Además, hemos sido testigo de grandes catástrofes,
epidemias y guerras mundiales.
Nuestro problema radica en una capacidad
humana de doble filo. Somos una raza de costumbre: nos acostumbramos a estar de
pie, luego nos abrigamos, luego nos hicimos sedentario y comenzamos a cultivar nuestros propios alimentos. Aprendimos
a domesticar a otras especies e inventamos el alfabeto y de ahí todo cuanto nos
hace la vida más fácil y placentera. Pero cada una de esas comodidades nos hace
una especie cada vez más dependiente, llegando incluso no solo a pensar sino a
creer en lo más profundo de nuestra psique que el ser amado debe permanecer con nosotros en contra de su voluntad. En razón,
de que un día por circunstancias diferentes a la que experimenta hoy, nos pidió
en matrimonio.
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