Gibrán Jalil Gibrán
En el jardín de un manicomio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.
Y sentándome junto a él sobre el banco, le pregunté:
-¿Por qué estás aquí?
Me miró asombrado y respondió:
-Es una pregunta inadecuada; sin embargo, contestaré. Mi padre quiso hacer de mí una reproducción de sí mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba que debía ser como él, un excelente atleta. Y mis profesores, como el doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.
Enseguida se volvió hacia mí y dijo:
-Pero dime, ¿te condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?
-No, soy un visitante -respondí.
-Oh -añadió él- tú eres uno de los que vive en el manicomio del otro lado de la pared.
EL TONTO DEL PUEBLO.
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo. Un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía de pequeñas dádivas y limosnas.
Diariamente ellos llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una grande de 400 reales y otra menor, de 2000 reales.
Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Cierto día, alguien que observaba al grupo le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda mayor valía menos.
- “Lo sé”, respondió, “no soy tan tonto”. Ya sé que la que cojo vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguecito acaba y no voy a ganar más mi moneda”.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:
La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es:
Podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, si no lo que uno piensa de sí mismo.
El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente.
Fragmento...
Fugaz entró a la casa y cerró la puerta mecanicamente. Sin pronunciar una palabra la interpeló con la mirada. Una mira fija y penetrante, que por más intento que ella hiciese era imposible dejarle de ver, miradas que provocaron la salidas de gotas de lagrimas y algo más. Mirada que la puso hablar inmediatamente sin él decir una sola palabra. Una mirada que le sacó toda la verdad. Una verdad que brotaba de sus labios de forma automata, sin que ella por más que quisiera podría mandar a callar.
El escuchaba todo lo que salia de los labios de aquella mujer y a la vez, de forma simultanea, hurgaba en su mente la forma como la conoció y la trajo a vivir con él. Ella continuaba hablando sin parar, pero ya el no le escucha, sí la oía, pero su mente proyectaba tantos recuerdos que no podía prestarle por más que quisiera un poco de atención.
-Te juro que esa es toda la verdad, concluyó.
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