domingo, 18 de marzo de 2018

La Circunstancialidad de la hegemonía heterosexual


Ensayo sobre el cortometraje “1977” La Peque, a la luz de las Representaciones Culturales de las Sexualidades                                                                                                       
La circunstancialidad de la hegemonía heterosexual
                                                                                                           Lic. Robin Francisco

El hombre y sus circunstancias. "Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo". Esta frase se le adjudica al filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote. Para el presente ensayo nos referiremos al constructo circunstancia como ambiente indistintamente.

He aquí una máxima de la vida. El hombre nace, crece, se reproduce y muere en el marco de sus circunstancias. El hombre no puede escapar de ellas. ¿Ahora bien, es el hombre capaz de vivir y asumir los retos de su ambiente? ¿Hasta qué punto el hombre comulga con su ambiente? ¿El Hombre es capaz de modificar su ambiente?

En el corto “1977” La Peque, de Peque Varela, se nos presenta una niña, que a juzgar por la clasificación de sexo genital de Anne Fausto Sterling, llega a un mundo que en principio no es capaz de entender y que a base de ensayo y error (de tipo normativo heterosexual) se ve forzada a asumir. Pero no a aceptar.

En la narración de su primera infancia la protagonista experimenta un amargo sentimiento cuando muestra interés en ver unos bailarines y militares en marcha y es sacada de ese lugar por su madre y llevada de forma obligada a jugar con otros niños. Aquí el juego toma un matiz de identificación con quién jugar y cómo jugar dentro de la hegemonía heterosexual y la heterosexualidad obligatoria. Es la construcción cultural de sexo y género que habla Judith Butler.

María que es el nombre de la protagonista, experimenta nuevamente ese sin sabor de verse confundida en un mundo que quiere entender, al verse coartada o limitada en su deseo y le es impuesto un estilo particular de comportamiento.  A cada género le corresponde una forma específica ser, de comportarse en un ambiente creado por una sociedad cerrada y todo aquel que no acate las normas establecidas queda fuera. He aquí lo que Butler denomina espacio de abyección. “La abyección es lo que queda fuera de lo normativo”.

Bajo este ambiente o circunstancia es que la protagonista del cortometraje en cuestión se ve constantemente retada y experimenta una serie de frustraciones entre la paradoja de ser o no ser (como el monólogo de Hamlet en la novela de William Shaskepeare). La sociedad le impone una manera de vestir, de caminar, de jugar y hasta de expresarse en función de su género establecido por su sexo. Esto genera en ella una lucha interna. ¿Permitirá que sus circunstancias la dobleguen? ¿Reprimirá sus deseos? ¿Guardará la compostura para ser aceptada por la mayoría hegemónica?

Se hace justo traer a colación la frase de Simone de Beauvoir que reza “la feminidad no depende de la naturaleza biológica, sino que se adquiere culturalmente”. Y de forma adversa diría que tampoco se nace hombre, se aprende a serlo. Contrario al determinismo biológico tanto mujeres como hombres han superado sus adversidades cuando han cambiado su forma de pensar.

Al imaginar un jardín de infantes, donde solo están ellos, donde no existe norma establecida de comportamiento ni ideas hegemónica de pensamientos, dichos infantes serán lo que quieran ser. Bajo circunstancias como esas, cada niño modificará su ambienta a sus deseos e intereses. Será feliz porque no tiene que adoptar estilos impuesto por otros. Será feliz porque no tiene preocupaciones en ser o no aceptado. Siempre estará dentro porque en un espació como éste hay cabida para la diversidad.

En una de las escenas se presenta a la joven protagonista en el salón de clases mientras observa unas imágenes en su libro de matemáticas y de cómo ella gracias a su imaginación se visualiza jugando fútbol, juego diseñado solo para los varones en muchas sociedades y sinónimo de masculinidad, y cuando sus compañeras estudiantes se percatan de sus intereses se burlan y le gritan “Marimacho”.  Oportuno añadir lo que plantea Beatriz Preciado “aquí, el control público de la feminidad heterosexual se ejerce primero mediante la mirada, y sólo en caso de duda mediante la palabra”.

Con la llegada de la menarquia y la aparición de los caracteres sexuales secundario, la ahora señorita vuelve a experimentar un nudo mas fuerte, algo similar a una camisa de fuerza cuando su interés sexual hacia las chicas es mal visto por la sociedad normativa y hegemonía heterosexual. A esto es que hace referencia Judith Butler cuando afirma que “en nuestra cultura se sobreentiende que, si alguien nace con genitales femenino, es de género femenino, es por tanto una mujer, y su objeto de deseo será un sujeto masculino, y su sexualidad heterosexual”. Donde ella misma agrega que esa forma de pensamiento es performativa, es una construcción social, no algo natural.

Frente a este nudo de realidades es que María debe de luchar. Ha sido las circunstancias que le ha tocado vivir. Y frente a ella deberá tomar una decisión. Adopta los patrones culturales impuesto por la sociedad hegemónica sobre el rol que debe jugar por poseer un cuerpo con genitales femeninos, disfrazando su preferencia sexual para no ser discriminada laboralmente, victima de acoso y violencia como destaca Adrienne Rich, o simplemente les da rienda suelta a sus deseos, que en todo caso sería modificar su ambiente, aunque ello implique vivir fuera la normatividad con todas sus implicaciones culturales.

En este punto María deberá decir, a juzgar por su comportamiento sexual y la elección de su objeto libidinal como menciona Diana Fuss, como vivirá su sexualidad. Y esta decisión de vivir contrario a lo que se espera de ella, es el comienzo de una modificación se su ambiente, es ser fiel a sus sentimientos y emociones.

Y finalmente vemos en la ultima escena del corto como María vence sus frustraciones, miedos y dudas cuando decide de una vez y por toda, vivir su verdadera identidad. En ese momento, se siente libre y camina segura de sí.

Ahora retomando las preguntas iniciales que nos planteábamos sobre el hombre y sus circunstancias, concluimos que el hombre tiene la capacidad de modificar su ambiente cuando tiene claro lo que quiere y cambia su manera de pensar e interpretar su realidad. Cuando se tienen objetivos claros el resto es trabajar para hacerlo posible.

Todo hombre busca su felicidad, es la que da sentido a la existencia de los seres humanos y nadie puede permitirse que otros, ya sea un grupo hegemónico o no, programen la forma como ha de vivir. La vida es una y se vive solo una vez. La decisión de complacer a los demás o a uno mismo es la cuestión: Ser o no ser.

Por último, recordar que si existe un grupo hegemónico es porque un grupo minoritario sucumbió a sus sueños. Es decir, que lo que hoy son considerados como anormales, invisibles, patológicos, abyectos y fuera de lugar, tienen toda la posibilidad de revertir esa realidad si así lo deciden.

domingo, 9 de octubre de 2016

Relación Personalidad en el proceso Salud-Enfermedad (Patrones de conducta predisponentes a la enfermedad)

Por: Robin Francisco, psicólogo clínico

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define La Salud como “un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad. La posesión del mejor estado de salud del que se es capaz de conseguir constituye uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, cualquiera que sea su raza, religión, ideología política y condición económico- social”.

Para la Oficina Regional Europea de OMS la salud es “la capacidad de desarrollar el propio potencial personal y responder de forma positiva a los retos del ambiente”. “Es un proceso continuado, no es una situación”.

Según el informe Lalonde (Canada 1974) cuatro grupos son los determinantes de la salud, como son: los estilos de vida con un 43%; la genética y biología humana con un 27%; el medio ambiente con un 19% y el sistema de salud con un 11 por ciento.

De ahí que este considera el proceso salud como “una variable influida por diferentes factores: biológicos o endógenos, ligados al entorno, los hábitos de vida y factores ligados al sistema sanitario". Así, el conocimiento de los muchos y variados factores implicados en conseguir mejoras en la salud individual y colectiva, ha ayudado a establecer el papel que deben llevar a cabo los sistemas sanitarios.

En su informa Marc Lalonde señala que “si queremos mejorar la salud de la población, tenemos que mirar más allá de la atención de enfermedad”. 

En ese sentido, Aaron Antonovsky (1923-1994) creador del modelo salutogénico criticó el típico enfoque salud-enfermedad, basado en el modelo tradicional patogénico, en el que las condiciones de salud y enfermedad son por lo general mutuamente excluyentes.

Propuso entender la salud como un continuo de salud-enfermedad. En este continuo identificó dos polos: el bienestar (salud) y el malestar (enfermedad). Según el autor, no es posible que un organismo vivo logre ninguno de los polos extremos del continuo, es decir, la salud perfecta o el estado completo de enfermedad. Por un lado, toda persona tiene alguna parte insalubre, a pesar de que pueda percibirse a sí misma como saludable.

Por otro lado, aún en los estados terminales, mientras haya un soplo de vida, en alguna medida, algunos componentes de la persona se encuentran saludables. De esta forma, el énfasis no debe hacerse en el hecho de que una persona está sana o enferma, sino más bien en qué lugar del continuo se coloca, entre la salud perfecta y el completo estado de enfermedad.

El modelo salutogénico considera que la salud no es un estado de equilibrio pasivo, sino más bien un proceso inestable, de autorregulación activa y dinámica. El principio básico de la existencia humana no es el equilibrio y la salud, sino el desequilibrio, la enfermedad y el sufrimiento. Es decir, la desorganización y la tendencia hacia la entropía está omnipresente en el organismo humano, como en cualquier otro sistema.

Esto significa que la salud debe ser constantemente re-creada y que, al mismo tiempo, la pérdida de la salud es un proceso natural y omnipresente, ya que el caos y el estrés, lejos de ser realidades objetivas, son experiencias percibidas, surgidas de demandas internas y/o externas, que forman parte de las condiciones naturales de la vida.

Para la psicología de la salud,  rama de la psicología que nace a finales de los años 70 dentro de un modelo biopsicosocial,  la enfermedad física es el resultado no sólo de factores médicos, sino también de factores psicológicos (emociones, pensamientos, conductas, estilo de vida, estrés) y factores sociales (influencias culturales, relaciones familiares, apoyo social, etc.). Todos estos factores interactúan entre sí para dar lugar a la enfermedad.

En un estudio realizado por Robert Gatchel en 1995 se vio que los factores psicológicos predecían el 91% de las veces qué pacientes con dolor de espalda se recuperarían de un dolor agudo y cuáles acabarían con un dolor crónico.

En este punto es oportuno señalar como la personalidad nos predispone a cierto grado de vulnerabilidad con respecto a la enfermedad. Entendiendo la personalidad como “un patrón único pensamientos, sentimientos y conductas de un individuo que persiste a través del tiempo y de las situaciones” (Morris,2005).

Desde hace décadas la investigación relacionada con la forma en que la personalidad podía mediar en el desarrollo y evolución de una enfermedad ha sido creciente, a pesar de que el inicio del interés en ello data de la época de Hipócrates. Existen diferentes elementos que pueden incidir en la aparición de una enfermedad, no obstante nos centraremos en los rasgos o características de personalidad que predisponen a los llamados patrones de conducta.

Muchos autores han descrito el patrón de conducta como la reacción que sucede cuando una persona y sus características de personalidad son activadas por un agente ambiental. De aquí se puede definir tal patrón de conducta, como los rasgos que modulan el modo de enfrentarnos a la vida y a la enfermedad.  Tal patrón de personalidad modula, por tanto, nuestras actitudes, expectativas y a la larga, nuestro afrontamiento y habilidades de adaptación al entorno.

En el discurrir del tiempo se han descrito y clasificado distintos patrones de conducta; pues bien, cada uno de ellos se ha asociado a una enfermedad específica.

En 1959 dos cardiólogos de San Francisco, Estados Unidos, Meyer Friedman y Ray Rosenman, en un intento por determinar cuales eran los rasgos de personalidad de personas que habían sido afectados por un infarto de miocardio, observaron la existencia de un intenso deseo de tener éxito y una competitividad elevada. Entonces, propusieron un conjunto de características de comportamiento para intentar describir la forma en la que estos pacientes se comportaban.

A este conjunto de características lo denominaron “patrón de conductas tipo A” (PCTA) y  años mas tarde Rosenman (1990) lo define como un complejo acción-emoción que comprende:

a. disposiciones conductuales (como ambición, agresividad, competitividad o impaciencia),
b. conductas específicas (como tensión muscular, estado de alerta, o un ritmo de actividad acelerado) 
c. respuestas emocionales (como irritación, hostilidad o un elevado potencial para la ira).

Friedman y Rosenman explican que este complejo acción-emoción puede observarse en cualquier persona que está envuelta agresivamente en una lucha crónica, incesante, para conseguir cada vez más en menos tiempo, aún contra las fuerzas opuestas de otras cosas o personas, si es necesario. Los autores entendían que el Tipo A no es un trastorno psicológico sino una suerte de reacción que surge cuando ciertas características de personalidad de una persona se enfrentan a ciertos estímulos ambientales específicos.

Más recientemente, Rosenman (1996) sostuvo que una elevada ansiedad, profundamente arraigada y disimulada es, a menudo, el principal factor subyacente en la relación entre la enfermedad coronaria y el PCTA. Del mismo modo, considera que el estrés percibido puede tomarse como equivalente a la ansiedad.

Por su parte, Friedman (1996) considera que el PCTA se caracteriza por dos componentes: encubiertos y manifiestos. Los componentes encubiertos, los cuales serían responsables del inicio y mantenimiento del PCTA, son una inseguridad intrínseca y/o una baja autoestima. Estas características tienen su origen en la temprana infancia y, previsiblemente, pueden activarse por la ausencia de expresión de afecto y admiración por parte de ambos padres, al menos desde la percepción de la persona que desarrollará este patrón de conducta.

El principal componente manifiesto, observado con más frecuencia en las personas que presentan el PCTA, es el sentido de la urgencia del tiempo o impaciencia. La urgencia del tiempo, cuando es muy intensa, genera y mantiene un sentido crónico de irritación o exasperación. El segundo componente emocional manifiesto del PCTA es una hostilidad flotante. Esta designación está dando cuenta de una hostilidad ubicua en lo que hace a su aparición y trivial respecto a los incidentes que pueden evocarla.

El patrón de conducta tipo B (PCTB) es el que se enmarca como saludable. Los rasgos que componen este patrón son los de aquella persona tranquila, relajada, empática, asertiva, abierta a las relaciones sociales y con tendencia a focalizar su objetivo en un mayor bienestar emocional. No hay hostilidad y es consciente de sus limitaciones. Se suele definir como la no presencia de un Patrón de tipo A.

Estos sujetos son generalmente tranquilos, confiados, relajados, abiertos a las emociones, incluidas las hostiles. El estado emocional es agradable por reducción de la activación o por activación placentera. Los trastornos de personalidad que aparecen con más frecuencia en estos individuos son los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista de la personalidad. Estos sujetos parecen dramáticos, emotivos o inestables.

En el patrón de conducta tipo C (PCTC) las personas son más susceptibles a ciertas enfermedades como cáncer, y enfermedades autoinmunes como lupus, artritis reumatoide, esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica o asma. Las enfermedades autoinmunes son enfermedades en las que el sistema inmunitario reacciona contra los propios tejidos, atacándolos y dañándolos.

Las relaciones entre el cuerpo y la mente pueden tener un profundo impacto en nuestra salud y es precisamente una rama de la ciencia llamada psiconeuroinmunología la encargada de estudiar estos fenómenos, de manera que los científicos están descubriendo cómo el modo en que pensamos y sentimos puede alterar nuestro sistema inmunitario.

Existe una relación entre la represión de las emociones y la depresión del sistema inmunitario, que es el que nos defiende del cáncer, destruyendo las células cancerígenas cuando aparecen. Cuando una persona suprime e ignora durante mucho tiempo sus sentimientos, el sistema inmunitario se ve afectado.

La personalidad tipo D (distressed), concepto introducido por Denollet, Sys y Brutsaert
(1995), se ha definido como la tendencia a experimentar simultáneamente intensas emociones negativas (afectividad negativa) y a inhibir su expresión durante la interacción social (inhibición social).

En particular, la afectividad negativa (AN) se refiere a la tendencia estable de un individuo a experimentar emociones negativas, de forma más prolongada y en mayor número de situaciones. Las personas altas en AN manifiestan más sentimientos de disforia, tensión, preocupación, e irritabilidad. Además, tienen una visión negativa de sí mismas, refieren mayor número de quejas somáticas, y presentan un sesgo atencional que les predispone hacia los estímulos negativos.


La inhibición social (IS), por su parte, se define como la predisposición a inhibir la
expresión de las emociones negativas en situaciones de interacción social. Las personas con alta IS tienden a evitar peligros potenciales derivados de la interacción social, dado que
anticipan reacciones negativas por parte de los demás (p.ej., desaprobación). Estas personas se pueden sentir inhibidas, tensas e inseguras en compañía de otros, y por eso prefieren mantenerse alejadas de los demás en situaciones de contacto social.

Los diversos estudios han demostrado que las personas con este tipo de personalidad están
vinculado con un mayor riesgo de sufrir cardiopatía isquémica, repetición de infartos, diferentes problemas cardiacos, y un peor ajuste a la enfermedad.

En ese sentido, Kobasa y Maddi encontraron a determinadas personas que ante sucesos vitales negativos (muerte de un ser querido, accidente o enfermedad grave…) parecían tener unas características de personalidad que les protegían. Según Kobasa (1982), los individuos con personalidad resistente se enfrentan de forma activa y comprometida a los estímulos estresantes, percibiéndolos como menos amenazantes.

 Estas personas, en lugar de enfermar a causa del estrés, aprovechan las circunstancias difíciles como una oportunidad para progresar. Tiene tres componentes:

 - Compromiso: implicarse en lo que uno está haciendo, por creer en ello y en uno mismo, y
considerar importante cualquier iniciativa que se acomete.

- Control: considerar que tú eres quien domina los acontecimientos y no ellos a ti. La
convicción que tiene la persona de ser capaz de llevar las riendas de su propia vida.

- Reto: considerar los cambios como una oportunidad de progreso, en lugar de una amenaza
a la estabilidad. Pensar que, por muy bien que estuvieras hasta ahora, si las circunstancias
de tu vida cambian, puedes luchar para estar mejor aún.

En resumen, el modelo salutogénico nos dice que es inevitable que el ser humano padezca algún tipo de enfermedad y los tipos de patrones conductuales nos señalan que existen personas con cierto grado vulnerabilidad a contraer por su estilo de vida algunas enfermedades específicas. No obstante, a todo ello, la teoría de la personalidad resistente nos revela que existen personas con ciertas características de personalidad que se protegen ante sucesos vitales negativos. Es decir, que estas personas revierten el efecto negativo del estrés causado por su enfermedad o problema.

En ese sentido, podemos concluir que un individuo con una personalidad resistente tendrá mayor capacidad de resiliencia ante los estresares de su vida y por consiguiente, gozará de mejor calidad de vida. Lo que se traducirá en una persona mas sana.




 

lunes, 25 de abril de 2016

Cómo influye el Ambiente en nuestra Genética?

Por: Robin Francisco


Desde tiempos memorables ha existido una lucha sobre influencia de  la herencia y del ambiente en  el ser humano. Diversos autores han defendido la tesis de que la herencia juega un papel preponderante sobre las características y acciones del hombre. No obstante,  hay quienes sostienen que el ambiente tiene una mayor influencia sobre el hombre porque acaba modificando sus costumbres, modo de vida, su conducta alimenticia y hasta su modo de pensar.

Existen cientos de pruebas de cómo la herencia influye en el hombre y otras tantas de cómo el ambiente hace lo mismo. Todos esos estudios defienden con argumentos poderosos sus puntos de vista.

La Herencia, según los estudios biológicos, es la dotación cromosómica de cada uno de nosotros. Es el proceso por el cual el ser humano origina nuevos seres parecidos a ellos, mediante la transmisión de caracteres de ascendientes a descendientes.

Y el Ambiente, por el contrario, es todo lo que sucede alrededor de cada individuo con la dotación cromosómica. Viendo esto podemos decir que la herencia está plenamente enlazada con el ambiente.

Actualmente ya sabemos que tanto la herencia como el ambiente influyen sobre el ser humano y no hay discusión sobre ello. Y estamos de acuerdo en el rol de la herencia sobre los factores innatos, heredados de nuestros padres que afectan nuestro desarrollo. Y de cómo los genes y cromosomas,  agrupados en nuestro ADN determinan las características heredadas y las funciones especificas de cada célula en nuestro cuerpo.

La pregunta que nos planeamos ahora frente a lo antes señalado es cómo influye el ambiente en nuestra genética?

Recientemente se ha descubierto de cómo factores ambientales (como la alimentación, el estilo de vida, el comportamiento y el estrés) pueden influir en la salud no solo de quienes están expuestos a ellos, sino también la de sus descendientes.

La epigenética designa el estudio de las interacciones entre el genotipo y el fenotipo, es decir, entre la información codificada en los genes y aquella que efectivamente se expresa. . El objeto de análisis son las modificaciones en la expresión de los genes, y una de las fuentes de cambio es el factor ambiental.

Los expertos en epigenética creen que las condiciones ambientales y las experiencias de vida de padres, abuelos e incluso bisabuelos pueden, de alguna manera, activar o desactivar "interruptores de encendido/apagado" en los genes de óvulos y espermatozoides, o en los genes de fetos en desarrollo y, por ello, modificar el código genético de sus hijos y descendientes. De este modo, pueden aparecer nuevos rasgos genéticas en una sola generación, la cual puede transmitirse a hijos, nietos y demás.

Por ejemplo, existe evidencia que sugiere que el tabaquismo, y comer en exceso, pueden afectar los genes, activando los que causan la obesidad y desactivando los que promueven la longevidad. Esto significa que además del daño que provoca comer en exceso o fumar, estos hábitos de estilo de vida pueden predisponer a los hijos de una persona (e incluso a sus futuros descendientes) a sufrir enfermedades o muerte prematura.

“Cuando hablamos de epigenética nos referimos a ciertos cambios en el material genético, que no afectan la secuencia de los genes, y que pueden ser originados por señales externas, por ejemplo, en las plantas, las temperaturas extremas o la falta de agua; en los animales, también pueden deberse a factores emocionales”, explica el doctor Norberto Iusem,. Son marcas químicas, que no constituyen mutaciones y pueden influir en la expresión de los genes.

Para el Dr.  Manel Esteller la epigenética diluye la frontera clásica entre factores genéticos y factores ambientales. Están interrelacionados.

“Es todo aquello que influye en cómo se regulan los genes. Es lo que explica, por ejemplo, por qué los genes que están activos en una célula de nuestro hígado son distintos de los que están activos en nuestras neuronas, aunque los dos tipos de célula tienen el mismo genoma. Y también lo que explica que personas con un mismo genoma, como los gemelos, se desarrollen de manera diferente y sufran enfermedades distintas a edades distintas.”

Asimismo, afirma que “toda enfermedad tiene un componente genético y uno epigenético. Ocurre con el cáncer, con el alzheimer, con las cardiovasculares... Por esta razón la genética clásica no basta para comprender enfermedades complejas. Tenemos que combinar los dos tipos de conocimiento para mejorar la prevención, los diagnósticos y los tratamientos.”

Para explicar como funciona la epigenética nos pide que imaginemos el ADN como un cuerpo desnudo. “La epigenética equivale al vestido que le ponemos encima. Epi significa precisamente sobre: es lo que está sobre la genética. Del mismo modo que hay distintos tipos de prendas de vestir, y que nos podemos poner una camisa, un abrigo o un sombrero, también hay distintos tipos de regulación epigenética. De ellos depende que un gen esté más o menos activo en una célula. Y, por lo tanto, de la epigenética depende que los genes funcionen correctamente o que causen enfermedades.”

Sin lugar a dudas y por lo antes señalado está muy claro que el ambiente en toda su faceta puede alterar los códigos genéticos de nuestros patrones hereditarios, activando o desactivando determinados gen y por consiguiente predisponernos a padecer una que otras enfermedades y trasmitirla genéticamente a nuestros descendientes.

En definitiva, a raíz de estos nuevos hallazgos de la influencia del ambiente sobre la genética,  la humanidad y la población científica en general están avocadas a revisar unas series de creencias sobre las enfermedades y la conducta humana, así como el impacto del medio ambiente sobre los cambios evolutivo que experimenta vertiginosamente la raza humana.

jueves, 6 de febrero de 2014

Sabías que?

¿Por qué nos reímos cuando nos hacen cosquillas?


De acuerdo a estudios realizados por científicos de la Universidad de Tubinga la risa histérica que provocan las cosquillas es en realidad un mecanismo de defensa.

Este tipo de risa indica sumisión, un reconocimiento de derrota. Según los científicos cuando recibes cosquillas se activa la parte del cerebro que se anticipa el dolor – por lo que es posible atacar accidentalmente a alguien que está tratando de hacerte cosquillas.
Tanto cosquillas y risa activa la parte del cerebro llamada el opérculo rolándica que controlan los movimientos faciales y reacciones vocales y emocionales. Sin embargo, a diferencia de la risa por algo divertido, las cosquillas también activan el hipotálamo que controla la temperatura corporal, el hambre, el cansancio, el comportamiento sexual y las reacciones instintivas a situaciones como la lucha o huida.
De hecho, los descubrimientos científicos arrojan luz sobre por qué algunas personas incluso comienzan a reír con la amenaza de las cosquillas. “Cuando haces cosquillas a alguien, en realidad estimulas las fibras nerviosas amielínicas que causan dolor,” dijo el Dr. Alan Hirsch, fundador Smell & Taste Treatment and Research Foundation en Chicago.
Esto también explica por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos, pues nuestro cerebro es consciente de que no hay necesidad de producir una respuesta a la acción, según informa Daily Mail.

domingo, 17 de abril de 2011

Historias

EL LOCO
Gibrán Jalil Gibrán


En el jardín de un manicomio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.
Y sentándome junto a él sobre el banco, le pregunté:

-¿Por qué estás aquí?

Me miró asombrado y respondió:

-Es una pregunta inadecuada; sin embargo, contestaré. Mi padre quiso hacer de mí una reproducción de sí mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba que debía ser como él, un excelente atleta. Y mis profesores, como el doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.

Enseguida se volvió hacia mí y dijo:

-Pero dime, ¿te condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?

-No, soy un visitante -respondí.

-Oh -añadió él- tú eres uno de los que vive en el manicomio del otro lado de la pared.



EL TONTO DEL PUEBLO.

Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo. Un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía de pequeñas dádivas y limosnas.
Diariamente ellos llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una grande de 400 reales y otra menor, de 2000 reales.
Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Cierto día, alguien que observaba al grupo le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda mayor valía menos.
- “Lo sé”, respondió, “no soy tan tonto”. Ya sé que la que cojo vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguecito acaba y no voy a ganar más mi moneda”.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:

La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es:
Podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, si no lo que uno piensa de sí mismo.
El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente.



Fragmento...

Fugaz entró a la casa y cerró la puerta mecanicamente. Sin pronunciar una palabra la interpeló con la mirada. Una mira fija y penetrante, que por más intento que ella hiciese era imposible dejarle de ver, miradas que provocaron la salidas de gotas de lagrimas y algo más. Mirada que la puso hablar inmediatamente sin él decir una sola palabra. Una mirada que le sacó toda la verdad. Una verdad que brotaba de sus labios de forma automata, sin que ella por más que quisiera podría mandar a callar.

El escuchaba todo lo que salia de los labios de aquella mujer y a la vez, de forma simultanea, hurgaba en su mente la forma como la conoció y la trajo a vivir con él. Ella continuaba hablando sin parar, pero ya el no le escucha, sí la oía, pero su mente proyectaba tantos recuerdos que no podía prestarle por más que quisiera un poco de atención.
-Te juro que esa es toda la verdad, concluyó.